sábado, 17 de marzo de 2012

Pueblo Viejo -Capitulo III - km.45



 Km. 45


N
i siquiera la luna en esa noche fría había salido a acariciar su rostro, sus cansados ojos seguían buscando en el infinito manto negro, una estrella que le devolviera la cálida esperanza y la sensación de que todo estaba bien, pero, solo escuchó al viento… susurrándole desolación.
Aquel hombre, de edad mediana y de cabellos canos, se encontraba parado, en medio de la solitaria carretera; esperando un encuentro que debió ocurrir hace tantos años. Sentía el peso de la culpa por lo que dejó de hacer tiempo atrás y por lo que actualmente estaba ocurriendo. Observó por un instante, sus zapatos, cubiertos de polvo, mientras seguía de manera inquieta moviendo su pie izquierdo, dibujando líneas y círculos en el suelo. Dejó de pensar  por un instante en el  tiempo, pero no podía disimular su ansiedad. ¿Cuánto más esperaría?,–  su reloj de muñeca señalaba las 11:54 pm de la noche. Sentía que el  frío calaba su cuerpo, le sudaban las manos por el nerviosismo que lo embargaba; Se abotonó el abrigo evitando que pasara el incómodo viento y… ,¡siguió esperando!.

Todo se había suscitado unos cuatro días antes, cuando, Maritza,  que había llegado recientemente a esta ciudad,  había quedado con su único hijo, Frank, de 16 años de edad, en encontrarse en una determina  agencia de transporte, para luego seguir viajando. El tenía la costumbre de viajar a las montañas, cada vez que salía de vacaciones en la escuela, esta vez, Maritza quiso acompañarlo,  pero su trabajo la retrasó, por ello, él tomó la delantera; Sonó el celular. Era Frank; el autobús en que llegaba estaba cerca y deseaba alegremente avisarle a su madre  su llegada:
–¡Aló Frank!..., ¿dónde estás, hijo?
–¡Mamá, el autobús está acelerando demasiado!… ,¡por favor deténgase tengo que bajar!– gritaba, asustado.
–¿Hijo, dónde estás? Respondió Maritza, preocupada.
–Estoy llegando a la  Av. Cooper; ahí donde nos íbamos a encontrar– replicó; Frank, alarmado
–¡Aló...Aló, hijo! –la  comunicación se cortó en ese momento.
Maritza, salió desesperada buscando el autobús que pasaría en cualquier momento. El vehículo pasó a toda marcha como si se le hubieran vaciado los frenos, y por unos segundos pudo ver a su hijo golpeando  con sus manos violentamente, la ventanilla de aquel autobús… ¡El  trataba de escapar!. Y por momentos le gritaba algo, pero era imposible escucharlo con tanto ruido del tránsito. El rostro de aquel adolescente reflejaba pánico.
En vano, la angustiada madre corrió desesperadamente tras el vehículo hasta verlo desaparecer. Buscó a un policía entre la multitud de personas que caminaban por la avenida y al  encontrarlo  lloraba desconsolada mientras decía nerviosa…  ¡Ayúdeme por favor… a mi hijo lo han secuestrado!
Las autoridades la llevaron a la comisaría más cercana. Se tomó nota de lo ocurrido y se asentó la respectiva denuncia de la desaparición del menor; luego, investigaron a la agencia de transporte, pero  informaron que ninguno de sus autobuses habían llegado a su terminal ni pasaron por la Av. Cooper, a la  hora en, que ocurrieron los hechos; más aún ninguno de sus vehículos llevaba la palabra “IMPLORA” de color rojo, en el chasis lateral, como lo había descrito la señora; Además, se preguntó a muchas personas que trabajaban cerca de la zona, si habían visto un autobús de esas características, pero nadie daba razón de aquel hecho, las autoridades advirtieron a la desconsolada madre que seguirían con las investigaciones del caso y la pondrían al tanto si tenían alguna noticia.

Pero el corazón de una madre no se queda impávida ante la menor desgracia de un hijo. Ella siguió haciendo las averiguaciones del caso de manera particular, iba seguido a la empresa de transporte en que habían acordado encontrarse, con la esperanza de ver a su hijo de regreso  o buscaba por los alrededores de la zona aquel autobús de color azul, con la palabra “IMPLORA” escrita en el misterioso vehículo. Habían pasado 14 días de la desaparición de Frank. Cansada de buscar alguna señal que le diera la esperanza de entender qué estaba sucediendo; decidió marcharse a su hotel a descansar de tanta tensión iba a salir de esa Av. caótica que sólo le traía malos recuerdos. cuando de repente mientras se secaba sus lágrimas con un suave pañuelo, se acercó a ella, una anciana, cuyos cabellos blancos brillaban como la plata; éstos estaban recogidos graciosamente por un  moño negro, en el cual se apreciaba un hermoso bordado de  flores lilas; parecía que el viento por ello no se atrevía a despeinarla, sus arrugas estaban impregnados de la experiencia de su larga vida y su mirar irradiaba ternura, llevaba en su brazo izquierdo un canasto de paja donde había acomodado diversas frutas que ofrecía a los pasajeros de aquel terminal; eso le proporcionaba algunas monedas para sobrevivir.
–¡Deja de llorar, mujer!– exclamó la anciana
–Estoy desesperada por mi hijo…
–No necesitas decírmelo–  interrumpió la anciana –te he estado observando todos estos días, vas y vienes como las olas que se pierden en el inmenso  océano…pero, no te preocupes, yo te puedo ayudar, ¡mi nombre es Evelyn!
–¿Usted,  sabe algo de la desaparición de mi hijo?
–Solo sé, que esto no tiene nada que ver con la ley de hombre, sino con la del espíritu:–Lo que le aconteció a tu hijo pertenecen a  fuerzas que no existen en el plano terrenal, si lo quieres de regreso búscalo antes de la medianoche en el km 45 de la carretera que va a “Pueblo Viejo”.
–Señora disculpe, pero usted, está hablando incoherencias...
–¡Eso es lo que murmura la gente de ti! –interrumpió la anciana, para continuar diciendo…–  sin embargo,  sabes que es verdad ,  que alguien  o algo se llevó a tu hijo, así que …,¡escúchame, mujer!...porque no tienes nada que perder al atender estos sabios consejos:
–“En ese lugar aparecerá a las 11:54 pm de la noche el autobús que buscas. No será ni un minuto antes ni un minuto después, y, se detendrá frente a ti”.
–¿Y si no se detiene?–  preguntó Maritza, mortificada.
–Será mejor que la policía me acompañe.
–¡No, mujer! …,entiende esto es un problema que tendrás que resolver  sola, si quieres volver a ver a tu hijo –gritó con energía, la anciana, mientras, sus arrugas  parecían salir de su rostro.
Su mirada ya no era dulce sino enigmática, luego prosiguió señalando enfáticamente.– El conductor le preguntará…¿Deseas subir?.Usted, no contestará la pregunta, simplemente le dirá lo siguiente…Maritza escuchaba consternada todo lo que la extraña anciana le detallaba y su rara insistencia de cumplir, paso a paso, con todo lo que le indicaba. Aunque sonara descabellado ,los días habían pasado y no tenia noticias del paradero de su hijo, realizar  lo  que la anciana le recomendaba era, su única salida.
Súbitamente sonó su celular; era Frank, gritaba
–¡Madre!... ¡Madre, ayúdame por favor, me siento débil! la llamada se cortó de nuevo.
–¡Frank, Frank..Hijo!...¡no te preocupes, te voy a encontrar!–,respondió sollozando, dirigió la mirada hacia donde la anciana le había estado platicando,  pero ésta ya no estaba allí; siguió buscándola y vio como a lo lejos se perdía entre la gente, en la convulsionada avenida. En vano trato de seguirla, decidió entonces dirigirse de inmediato al  hotel donde estaba alojada.
 Después de quince minutos llegó a su destino. Pidió las llaves, entró en la acogedora habitación, no había comido en toda la tarde, la angustia había suplantado a su apetito. Cogió su celular, titubeó un poco antes de marcar el número, su corazón empezó a latir más de lo normal.
–¡Aló !– contestó cortésmente, un hombre
–¡Aló!... ¡Te estuve llamando!…como no respondiste… te dejé un mensaje.
– Sí, lo escuché…Estaba a punto de comunicarme contigo, ¿qué es lo urgente; qué quieres decirme?. Maritza no aguantó  más y explotó en un llanto ahogado explicando al  caballero    el calvario  que estaba viviendo, concluyó diciendo.– Sabes que nunca te he pedido nada.
–¡Sí, lo sé!– contestó tristemente el hombre…¡cómo desearía que Dios me diera otra oportunidad… ¡Pero, no te  preocupes Maritza, tomaré el primer vuelo. Y estaré allí, mañana por la tarde…¡sólo te pido que no hagas nada desatinado!…!Busca el apoyo  siempre de las autoridades!
–Lo siento no puedo cruzarme de brazos. Iré al lugar que la misteriosa anciana me indicó en el km. 45 de la carretera que va a “Pueblo Viejo”.
–Maritza, por favor – suplicó el hombre.
–A tu llegada, si todo sale bien, Frank estará a mi lado.
Colgó el teléfono, respiró tranquila, recuperaría a su hijo. Estaba segura de ello, pero  tendría que dormir de este modo obtendría las fuerzas necesarias para soportar cualquier imprevisto. Se echó en la cama. Soñó que yacía sobre una nube cálida y suave hasta que el sonido de su despertador le indicó que eran las 9pm de la noche.
–¡Dios que tarde es¡;– se dijo
Se levantó buscó el abrigo perdido entre las demás ropas, que habían quedado sin colgar, en su maleta, Tomó el celular que reposaba cómodamente encima de la mesita de noche, salió rápidamente mientras bajaba la escalera del hotel, mientras dejaba las llaves en recepción se  percató que un pequeño niño de tan solo 5 años de edad le regalaba una delicada sonrisa aquella que la hizo recordar a su hijo.
–¡Habitación 301 por favor!– indicó la madre del niño al recepcionista, Maritza se acercó a ella y le dijo mientras miraba con cariño al pequeño .
–¡Cuídalo mucho! –secó sus lágrimas con sus manos, y salió presurosa de alii, para terminar subiendo a un taxi que la llevaría a la ansiada carretera.

Había transcurrido algunas horas pero por fin había llegado al lugar deseado podía divisar a escasos metros el gran cartel de forma romboide de color blanco que indicaba en grandes letras negras “ km 45”, al lado de el se encontraba vestigios de la existencia de un antiguo paradero olvidado y recubierto de oxido, el frío era intenso entumecía su accionar, pero estaba a punto de llegar, 11:53 pm  señalaba el reloj de su celular, el corazón sacudía su cuerpo pero el nerviosismo se fue diluyendo cuando a su mente le llegaron los cálidos recuerdos de cómo Frank, ingresó en su vida, recordó cómo la enfermera lo depósito con suavidad en sus cálidos brazos, mientras le decía con delicada voz…¡Es un bello hombrecito! sus mejillas rosadas y su piel blanca unido a su abundante cabello le daban un toque encantador.
Aunque extenuada por el esfuerzo de dar a luz con sus respectivas complicaciones no la detuvo para calmar el primer llanto de  pequeño que aclamaba su calor corporal, desde aquel día quedaron unidos en un lazo inquebrantable...¡Ya era mamá!
sus recuerdos fueron ahuyentados por la luz que provenía de unos faros del autobús que se acercaba a prisa doblando la curva.
–¡Todo saldrá bien susurró! –tratándose de tranquilarse.
El autobús se detuvo frente a ella, de pronto  una neblina la envolvió y la puerta del extraño vehículo se abrió lentamente, dejando ver al chofer, de aspecto fantasmal;  su mirada irradiaba venganza; Recordó, Maritza, entonces, a la misteriosa viejecita quien le había contado, que hace muchos años atrás, este bus realizaba un recorrido de “Pueblo Viejo, a la ciudad” pero lamentablemente, los pasajeros por querer llegar aprisa presionaron al conductor a ir mas rápido, en consecuencia de la negligente acción se vaciaron los frenos del vehículo cayendo al precipicio, que bordea la carretera del km.45, todos los pasajeros milagrosamente sobrevivieron, lamentablemente el único que falleció fue el chofer, desde entonces este hombre convertido en maligno ser, acecha a las pobres personas que tienen la mala suerte de toparse por su camino, ofreciéndoles transporte sin saber que solo quiere su alma, volvió en sí cuando escuchó decir al chofer que sonreía perversamente.
–¿Desea que la lleve?, preguntó cortésmente –ella, respondió calmada: –“¡Vengo por el alma de Frank!”.
–¿Y quién eres, tú para reclamarlo? –preguntó intrigado el perverso ser.
–¡Soy la única persona que después de Dios tiene derecho sobre él! –respiró  profundamente y prosiguió..¡Soy su madre! –exclamó  con energía.
–¡Suba entonces pero le advierto que este bus está maldito! –Maritza subió sin mostrar temor alguno, siguiendo paso a paso las recomendaciones de la extraña anciana y aunque notó que el interior del autobús estaban sentado por lo menos cuarenta  personas todas ellas con la mirada perdida, su aspecto horrendo por momento le hacia sentir nauseas, parecía que los habían sacados de sus ataúdes, colocándolos en esta posición con el fin de realizarle alguna broma siniestra, todos ellos se parecían entre  sí. Empezó a desesperarse  le parecía imposible identificar a su hijo.
–¡Dios  santo!… ¿dónde está? –exclamaba preocupada.
La escena era macabra, el olor a muerto se hacia más fuerte cada vez que caminaba hacia el interior del vehículo, por momentos quiso regresar pero recordó la voz de la anciana diciéndole: “Veas lo que veas, escuches lo que escuches, no pierdas tu enfoque sigue buscando a tu hijo recuerda que si no sales antes de las 12pm tu alma se quedara atrapada  en ese maldito vehiculó, el tiempo será tu peor enemigo y sobre todo no trates de llevarte nada de ese sombrío lugar”.
El tiempo se hacia eterno, trataba de acordarse de algún tipo de ropa o alguna joya que lograra identificar a su hijo,
–¡La cadena que le regalé en su cumpleaños!... siempre se lo pone …Pensó rápidamente y empezó a buscar entre los cadáveres,  una cadena de oro, con su hermoso crucifijo, sentía repulsión hurgar por el cuello putrefacto de estos seres condenados y ver aflorar gusanos que se divertían comiéndose la piel de los muertos, la desesperanza estaba a punto de consumirla.
–¡Si no es un objeto busca una marca! –retumbaba  la advertencia de la viejecita en su cabeza.
Eran las 11:57pm cuando recordó que un perro mordió a su hijo cuando tenia 10 años de edad dejándole una marca en forma de hoja en la cintura, faltaba examinar a siete  personas más, pero el tiempo se acababa, tenía que utilizar su intuición de madre para descubrir cual de ellos  era  Frank .
–¡Por favor, que sea él!– Suplicó al acercarse a uno de ellos, revisó la cintura de aquel fallecido…¡la marca estaba allí!.
–¡Cuando lo encuentres sácalo de inmediato!, pero recuerda …¡no se lleven nada más del autobús!. –Seguía acordándose de los sabios consejos de  la anciana y tenia que seguirlos al detalle si quería salir viva de ese lugar.
Cogió el cuerpo inerte de Frank; trató de arrastrarlo por algunos metros, pero ya no tenía fuerzas.
–¡Por favor hijo camina!…¡ponte de pie, reacciona¡…¡ya no puedo más!–  sus lágrimas recorrieron su rostro hasta descansar en el cuerpo putrefacto de su hijo, sólo interrumpió su ruego al oír  poner en marcha el motor del vehículo,  dejando en claro que el tiempo y la oportunidad se estaba por acabar, el extraño vehiculó seguiría su marcha pero ahora con ella, todo estaba perdido ,de pronto escuchó un cálido –¡Mamá!... Frank había vuelto a vivir su cuerpo había retomado la lozanía de la adolescencia.
–¡Levántate hijo, tenemos que salir de aquí!

Corrieron hacia la puerta del autobús y faltando unos metros de distancia se detuvieron al sentir el llanto de un bebe, dirigieron su mirada hacia aquella  criatura, observaron con espanto a una difunta mujer abrazando aun recién nacido, el pobre bebé estaba condenado al igual que su madre a sucumbir en este demoniaco lugar, ¡qué culpa tenía este inofensivo ser de aquella maligna venganza!
El impulso maternal de Maritza pudo más que las advertencias dadas y trató de arrebatar al bebé de los brazos de la madre quien a  pesar de estar muerta se aferraba a su hijo, al observar Frank el rostro desesperado de su madre, intervino  ayudándola por fin a librar al pobre bebé de la segura muerte, el pequeño lloraba desconsoladamente.
–¡El tiempo se termina!– se escuchaba decir a una macabra voz… ¡Imploren por sus vidas!
El autobús se puso en marcha, Maritza observó su reloj, marcaba las  11:59 pm desesperadamente, ella gritó…
 –¡Salta hijo, salta!–  Frank obedeció y se arrojó, cayó rodando en la polvorienta carretera, Maritza estaba a punto de saltar cuando la puerta del auto bus empezó a cerrarse parecía que la  voz de la viejecilla le susurraba al oído –¡No te lleves nada! …¡no te lleves nada! pero pensó que era producto de los nervios.

La voz tenebrosa del conductor advirtió nuevamente – “¡Recuerda que todo el que sube a este bus está maldito!”– ella con una mano empujó la puerta con toda su fuerza y saltó al vacío protegiendo al pequeño bebé con su cuerpo, rodó hasta que se detuvo en la solitaria carretera. El autobús partió velozmente con él se alejó la espesa neblina, Maritza sufrió fuertes golpes en la cabeza, adolorida se levantó lentamente, esperando que el dulce ser que protegía entre sus brazos, estuviera bien. ¡Gracias a Dios el estaba bien!, no había sufrido daño alguno.

Luego buscó el sitio exacto donde su hijo había caído, esto estaba a pocos metros de distancia, Frank se encontraba tendido boca arriba y se quejaba, angustiada corrió      hacia él, gritando su nombre.
–Estoy bien mamá aunque creo que me luxé el tobillo– contestó tratando de calmarla.
–Levántate hijo, apóyate en mi hombro ya todo pasó–  madre e hijo, después de tiempo se abrazaron y lloraron juntos, mientras contemplaban con ternura a la criatura que habían rescatado, él  les sonreía como si supiera que la paz había regresado a sus vidas; decidieron entonces ponerse en camino a casa mientras la oscuridad de esa desolada carretera los envolvía.
 Después de la espera prolongada, aquel hombre impaciente pudo divisar a  una mujer en compañía de un  joven, que cojeando, fuertemente se apoyaba en ella, dirigiéndose hacia donde él estaba.
–¡Gracias, Dios mío, ellos están juntos!… ¡Quiero decirles tantas cosas! –susurraba ansioso, pero no podía moverse, según el consejo de aquella misteriosa viejecita, quien lo abordó a la entrada de su hotel cuando se encontraba totalmente desesperado hace cuatros días atrás sin saber cómo encontrarlos…”¡Si quieres volver a verlos tendrás que ir a la carretera que va  a “Pueblo Viejo” en el km 45 y esperar a que se detengan frente a ti, no puedes por ningún motivo tocarlos  sino el contacto se perderá, tienes que llegar a las 11:59 pm allí los encontraras” , miró de nuevo impaciente su reloj de muñeca, marcaba exactamente las 11:59 pm.
–“Tengo que tener paciencia” –se decía aquel hombre alto y de contextura delgada se aferró a su  largo abrigo  de color marrón como si fuera un escudo, de improviso aquellas personas que había esperado con tanta ansiedad se detuvieron frente a él, ellos le miraban con agrado. Las lágrimas corrieron por su rostro, delante de él se encontraba la mujer que abandonó  hace 17 años atrás y a su lado aquel adolescente que lo observaba sin saber que era su…¡vivo retrato!...En ese instante una ráfaga de viento trajo a su memoria la joven imagen de Maritza suplicándole con un niño recién nacido en brazos que se quedara junto a ella, pero él en esos tiempos de inmadurez e ímpetu  prefirió  los placeres carnales  a estar atado a una vida hogareña, convertido en un ser sedentario.
De repente apareció a toda velocidad por la carretera un autobús azul en cuyo chasis lateral se leía la palabra “IMPLORA” trayendo consigo una densa neblina, una voz macabra estremeció el lugar diciendo: “¡Todos los que suben a este bus están maldito!“…¡Imploren por sus almas!” El infernal autobús se alejó dejando una nube de polvo a su paso. La mujer temblando aterrorizada le entregó aquel hombre el pequeño niño que llevaba en su brazos envuelto en una cálida manta, Luego madre e hijo se abrazaron asustados y mirándose a los ojos supieron que tenían qué hacer, prosiguieron su marcha infinita por la oscura carretera, sin rumbo fijo como si alguien o algo maligno los persiguiera.
 –¡Por favor no se vayan! –gritaba alarmado;  pero ellos ya no lo escuchaban –¡Sólo quiero decirles que me perdonen!– susurró con tristeza mientras vertía algunas lagrimas,  su alma se desgarraba amargamente por la culpa, trató de calmarse para evitar dañar al ser que ahora cobijaba en sus brazos, levantó la manta que cubría  al indefenso bebé, éste, lo miraba con tanta inocencia mientras bostezaba aletargado; sus pequeñas manitos cogían el dedo índice de aquel hombre, aferrándose a quién ahora se haría cargo de su vida, Aquel individuo triste, esbozó después de tanto tiempo una cálida sonrisa.

El manto negro del cielo, observa desde su triste oscuridad a la pálida luna que no desea iluminar aquella trágica noche, en el que el amor de una madre se abrazó al suave murmullo del viento para recuperar al hijo perdido y seguir amándolo para toda la eternidad.
El polvo del camino, una vieja autopista y el aire fresco de una noche sin estrellas, se unen como mudos testigos de dos seres  que vagando sin rumbo en una noche sin fín le conceden a este desdichado hombre….¡Una segunda oportunidad!



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